Habiendo estado de un lado y no del otro, esto es lo que concluí.
No he probado las dos caras de la moneda. He sido quien ha amado demasiado.
Sentir esa angustia de inseguridad y sentir que amas más, o sentir que no tienes suficiente amor para entregar y que no mereces lo que tienes no es, es ningún caso, algo por lo que quieras pasar todos los días de una relación.
Por eso, en realidad, me di cuenta de que la única manera de avanzar realmente es el equilibrio. Claro está que habrán días buenos y malos. Que habrán días en que uno quiera gritar amor y el otro solo quiera silencio, pero mientras haya una intención de respeto de ritmos, y exista una alternancia de sentimientos y acciones, habrá un camino que recorrer juntos.
Cuando ambos aman de igual manera, sus pisadas van formando un recorrido que los dos aceptan hacer en conjunto, y todos los días luchan por ello. Entonces, ¿por qué tenemos la idea de que en toda la relación debe haber alguien que ame más y alguien que ame menos?, ¿por qué siquiera llegamos a preguntarnos cuál de las dos posiciones es mejor? Nadie debería esperar amar más. Nadie debería esperar que alguien lo ame más.
Un desequilibrio notorio en una relación puede dar indicios de problemas personales de cada una de las partes. Si amas demasiado quizás deberías evaluar si hay algún vacío que buscas llenar a través de esa persona. Puede haber un temor a la soledad que te haga amar tanto para evitar perder a tu pareja. Por otro lado, si amas menos, puede ser un signo de resignación, o falta de autoestima de no sentirte lo suficientemente bueno para recibir tanto amor.
De todos modos no soy nadie para decir qué es lo correcto o incorrecto. El intercambio de amor es distinto en cada relación, y todo es válido. Sin embargo, creo que cuando ambas personas se han aprendido a amar a si mismas lo suficiente, cuando están en paz consigo mismas, cuando la otra persona es una opción de compañía y no una necesidad, el equilibrio es innato. No debería haber razón para que uno amase más que el otro, pues a fin de cuentas, el amor se trata de una completa aceptación del otro, no de una conformación.
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